El árbitro pita y da comienzo a su propio calvario. Noventa minutos y lo que él mismo decida agregarle a su particular sesión de punching ball. A partir de ahí, como si fuera un pequeño agujero negro en el centro de la cancha, absorberá toda la energía, la furia y las frustraciones que se originen a su alrededor, será el depositario de los nervios y las inseguridades de jugadores, entrenadores y público
Santiago Solari 04/02/2008
Fragmento de un artículo del
diario El Pais
Arbitrar en los campos de fútbol base se está convirtiendo en una profesión de riesgo
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